viernes, junio 08, 2007

Otra final....y van........


















El corazón sigue siendo el mismoBoca está en la quinta finalen los últimos 7 años. Méritode una mística inalterable
Por CAMILO MARTINODe un campeón pueden ponerse en duda muchas cosas. El nivel de los jugadores que lo integran, el estilo de juego, su táctica, las decisiones del entrenador y las cosas que usted pueda imaginar; pero de un campeón nunca hay que menospreciar su corazón, eso es lo que lo hace grande, inmenso y campeón, todo esto es Boca por más que todavía no haya ganado nada. En siete años, -desde el 2000 hasta el 2007-, Boca llega a su quinta final en Copa Libertadores, con varios jugadores que repiten este logro, con otros que son debutantes y con un técnico, -Miguel Russo-, distinto a Carlos Bianchi. Son siete años, muchos en el fútbol dinámico de estos días, y Boca está otra vez en una final, otra vez a un paso de volver a Japón ahora para jugar el Mundial de Clubes, listo para volverle a discutir al Milan su liderazgo entre los más ganadores y preparado para escribir contra el Gremio de Brasil otra inolvidable historia en ese diario boquense que se acostumbró desde hace a una década a tutearse con la gloria a diario.No era fácil para Boca el desafío de anoche. Un arquero al cincuenta por ciento de su condición, Román desgastado, y dos dolorosos goles en contra para levantar, con el agravante de que un gol del Cúcuta podía terminar con todo. Si algo faltaba para hacer para hacer más pesada la noche de Boca, apareció la niebla que terminó por teñir de epopeya el pase a la final.Además, Colón lo había sacado del Apertura y sólo le quedaba la Copa, entonces para el equipo de Russo era matar o morir, jugar la final o quedarse sin nada, justo después de perder hace un par de meses un campeonato increíble con Estudiantes; para Boca era más que un partido, era para varios jugadores demostrar que el fuego sagrado del campeón estaba vivo, que latía dentro de Riquelme, de Ibarra, de Battaglia, Palermo, Clemente Rodríguez o de Pablo Ledesma que demuestra tener la misma piel que ellos; y los nuevos que llegaron con el recambio, -el Cata Díaz, Morel, Banega, Palacio-, también demostraron comprender el lugar donde están y cuales son las obligaciones que imponen el manto sagrado.Boca está en la final porque sabe como jugar estos partido, porque los siente, porque los quiere ganar más que ninguno, porque los juega con el corazón, como se debe hacer en estos momentos claves. Ahora viene Gremio, otra batalla, otra historia para escribir con el alma de un campeón.


El optimista no te deja nunca a pataPalermo metió el gol de la clasificación y luego Zapata le sacó un tiro de chilena infernal. "Estamos con confianza", dijo. Agarrate...


El argumento siempre es el mismo y es más o menos así... El tipo se hace el otario durante casi toda la película. Parece a contramano de la corriente. Cuando todos van, él viene. Cuando todos llegan, él todavía aparece fuera de cuadro. Y cuando llega, ya terminó la escena. Repite movimientos torpes hasta exasperar al público. No le sobra elegancia en sus movimientos ni mucho menos ductilidad. Pero al final, claro, el sapo se vuelve príncipe como en todo cuento de hadas o film hollywoodense. Se viste de héroe, se calza esa pilcha de salvador que le queda como un guante cuando a otros les aprieta hasta asfixiarlos, y termina siendo el centro de todos los abrazos, de todos los festejos, de todos los elogios... Y alabado con un grito que en la Bombonera ya sale como el Ave María: "Paleeermo, Paleeermo".Eso que se puede llamar carácter, temperamento, corazón o que en el fútbol se define con menos elegancia es lo que le sobra a Martín Palermo. Está en su sangre. En su genética de goleador trae ese plus que lo convierte en un delantero que puede no sintonizar la onda del partido durante largos minutos, que puede no encontrarse con su socio de ataque durante toda la noche, que puede pasar inadvertido y hasta parecer un bocado fácil para defensores, pero que siempre aparece cuando Boca más lo necesita. Esta vez, entre la bruma espesa, el máximo anotador del club en torneo internacionales olió pelota y arco y siguió su instinto asesino. Así el Loco le dio a Boca el pase a una nueva final de Copa.Un rato después, con la confianza del gol, suelto y optimista como siempre, hasta ensayó una chilena que hubiera motivado la clausura del estadio. En este caso, por estricto motivo de homenaje futbolístico. Pero la estirada de Zapata arruinó lo que hubiera sido otra joyita para su interminable álbum. "Estamos con confianza y ahora vamos por la final", se desahogó el Loco. Y si el goleador está con confianza...









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Hay escenas que definen a los equipos campeones. Puede ser un hombrazo de Morel Rodríguez a los 3 minutos del primer tiempo o una tapada como la de Caranta a los 51 del segundo. Puede ser una caricia como la de Román en el 1-0 o un cabezazo brutal como el de Palermo en el 2-0. Puede ser el torbellino de Ledesma o la firmeza de Ibarra. La calidad del Cata. La vergüenza de Battaglia. Los dientes apretados de todos para barrer y parar trabar. La paciencia para no desesperarse cuando, en los primeros tres minutos del segundo tiempo, se escurrieron cuatro situaciones de gol. El temple para no desesperarse cuando el línea anuló el falso 2-0. O la astucia para acorralar al Cúcuta después de una suspensión que podría haber jugado en contra. Boca tuvo el corazón caliente y por eso se candidatea una vez más para ser el rey de América. Podrá coronarse o no, pero no le faltan méritos: dio todas las materias que debe rendir un aspirante. Se bancó la altura por tres, superó el desgaste de una serie ladina contra Vélez, mostró su chapa en Asunción y cacheteó al cuco de esta Copa hasta transformarlo en un monstruo poco creíble de película de terror barata.Más que nunca, escondidos en la niebla espesa, los colombianos parecieron espectros. Cúcuta fue un equipo fantasma, la versión de papel de aquél que cocinó a Boca al vapor hace ocho días. Después de un par de apariciones en los primeros minutos (incluido un tiro libre de Bustos en el travesaño), se esfumó. Y recién volvió a patear al arco a los 48 minutos del segundo tiempo.Si la actitud pudiera definirse en una jugada, vale esta comparación. Cuando Morel salía en camilla, el Cata se le acercó para preguntarle cuál era su marca en el córner que estaba por llover al área. Y Palacio se hizo cargo. En el área de enfrente, un Battaglia recién ingresado entró solito a ponerle la cabeza al tiro de esquina de Riquelme. ¿Cómo se llama eso? Concentración, experiencia, compromiso, dominio psicológico de la situación. Si Boca necesitaba una nueva prueba de grandeza y de madurez, la dio anoche revirtiendo una serie dura.No hubo braseros de hierro disipando la niebla del Centenario, como en la finalísima del 77. Pero sí hubo brasas. Cada jugador vestido de azul y oro fue una llamarada derritiendo a los fríos colombianos. Boca tuvo el fuego de los campeones. Por eso disipó la niebla. Por eso la noche se llenó de gritos y de promesas. Y de lágrimas como las de Palermo, fundido en ese abrazo interminable con Román.



Veo veo. ¿Qué ves? "Que vamo'' a
salir...", gritan los hinchas. No paran. Nada, ni la helada noche del Río de la Plata puede apagar la caldera de la Bombonera que late. Que late y hace temblar.












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