lunes, marzo 19, 2007

¿Qué más querés que haga?


Si te dicen que el tipo va a patear desde 62 metros y la va a meter, no te la creés. Si te cuentan que se va a vengar por una final perdida con tres pepas, tampoco. Si escuchás que al domingo siguiente se va a despachar con cuatro, ante su eterno rival, vos ya pensás que te están cargando. Pero no, vení, tenés que verlo. Seas hincha de Boca o no. Si tenés tu carnet, andá a la Bombonera. Y si juntaste unos mangos, bien vale pagar una entrada. Porque Martín no te falla nunca. Y si suponés que ya no le queda cuerda, con sus 33 años, con un contrato hasta el 30 de junio, con una rodilla que soportó una rotura de ligamentos y una pared encima, te equivocás. Palermo no tiene límites. Es capaz de hacer soñar a los directores con su propia película (¿ya hay un proyecto?) y a los escritores con su biografía. Y de desafiar al tiempo, a su DNI, a los que, a esta altura, aún le dicen burro. Y te responde. Y te sorprende. Y te hace erizar la piel. Y te hace codear al de al lado. Y, ¿sabés qué? Te hace ilusionar. Ya no es el optimista del gol, es el ilusionista. ¿Te vas a quedar sin verlo?No, no te quedes sin verlo. Llegá temprano, para mirar cómo sale a la cancha de la mano con su hijo Ryduan, con la cinta de capitán en el brazo izquierdo. Quedate, para no perderte ese pique de 20 metros en el minuto 46, para esperar el pase de Mondaini y buscar el quinto (aunque se tropiece con la pelota), como si fuera el mismo del 98. Aquel del flequillo platinado que a esta altura del torneo tenía la misma cantidad de goles (ocho) que éste de un rubio más sutil. No te vayas, miralo cómo agrupa a sus pollitos en el medio para saludar a su gente. Y escuchalo, cuando en el despiste de tanto número, se equivoca en la cuenta. No, Martín, para alcanzar a Varallo te faltan 27, no 28... Sorprendete, porque el zurdo había tocado el balón cuatro veces y tres ya eran gol. La otra, una devolución de gentilezas con su amigazo Guille, un pase adentro para el 7. Endulzate, cuando luego de cada asistencia agradece, primero a Guille por el centro; luego se abraza a Ledesma, asistidor en el segundo; se une con el Melli y Román, responsables del tercero, y lo repite con el pibe Mondaini, tras el cabezazo en el travesaño que le dejó servida la hazaña, para meter cuatro por primera vez en su carrera. Reíte, cuando en el final del PT recibe un lateral de Morel y la tira a la platea y, sin pudor, pide perdón por la torpeza. Envidialo, cuando Diego lo saluda desde su palco, le marca los goles con los dedos y se miran con esa complicidad de ídolos. Analizalo, no sólo cuando define, bien como en los cuatro, con dificultad en dos o tres más, pero también cuando pivotea y se asocia con Román para armar juego, cuando se abre para llevarse marcas o baja a su área a cabecear. Pero sobre todo, disfrutalo. Relajate y gozá...


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